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Defensor del Menor de Andalucía. Informe Anual 2012
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trabajan con infancia y adolescencia no se encuentra regulada, es muy heterogénea
y, en ciertos casos, deficiente.
Por otro lado, la actual ausencia de las especialidades de psiquiatría y psicología
clínica infanto-juvenil en el sistema Médicos Internos Residentes (MIR) y Psicólogos
Internos Residentes (PIR) dificulta la garantía de una adecuada formación en este
campo de los y las profesionales de la psiquiatría y psicología clínica e impide la
representación en las comisiones nacionales de las especialidades de profesionales
especialmente cualificados en la salud mental infanto juvenil.
5.2.6. Retos y desafíos en la salud mental infantil y juvenil.
Hasta aquí hemos tratado de poner sobre el papel algunos de los principales
déficits que detectamos en nuestro quehacer cotidiano en la atención que desde los
distintos ámbitos de la Administración se presta a los niños, niñas, adolescentes y
jóvenes que padecen o tengan riesgo de padecer algún tipo de enfermedad mental.
Se trata, ahora, de centrar nuestro análisis en los retos y desafíos a los que se han
de enfrentar las Administraciones andaluzas para garantizar los derechos que las
distintas normas reconocen a quienes se encuentran afectados por estas patologías.
En primer lugar, hemos de comenzar señalando que las personas con enfermedad
mental, tanto mayores como menores de edad, llevan padeciendo desde siempre
la estigmatización
. La marca de padecer una patología psíquica aumenta el
sufrimiento personal, el familiar y también la exclusión social, puede incluso hacer
que la persona afectada, en el caso de niños y niñas sus padres o representantes
legales, no busquen ayuda por miedo a ser “etiquetada”.
Quienes padecen una enfermedad mental sufren, además de sus patologías,
las consecuencias del desconocimiento y los perjuicios sociales que dificultan
enormemente su integración. Este rechazo social hacia la persona y su enfermedad
levantan nuevas barreras adicionales que aumentan el riesgo de aislamiento y
marginación, especialmente en etapas de la persona como es la infancia y adolescencia
en las que se está pleno proceso de formación de la personalidad.
Por ello, la Unión Europea viene demandando un cambio en las actitudes de la
ciudadanía en general, de los interlocutores sociales, de las autoridades públicas y de
los gobiernos. Dicho organismo insiste en que una mejor concienciación con respecto
a las enfermedades mentales y su posible tratamiento, así como el fomento de la
integración de las personas afectadas en la vida laboral, pueden generar una mayor
aceptación y comprensión en el seno de la sociedad.
El II PISMA, consciente de esta realidad, fija como uno de sus objetivos generales
el reducir el estigma y evitar la discriminación que pesa sobre la enfermedad mental
y las personas que la padecen, incrementar el grado de conocimiento que tiene la