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La situación de los enfermos mentales en Andalucía. Abril 2013
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susceptibles de alterar la normal convivencia del centro. Al mismo tiempo desde
su equipo de salud mental nos dieron cuenta de las actuaciones practicadas
con aquel, partiendo en todo caso de que su condición no era la de enfermo
psiquiátrico, y por lo tanto no reunía los requisitos para la utilización de los
recursos residenciales de salud mental.
Por nuestra parte hicimos constar que existía un consenso generalizado
desde todos los ámbitos que habían participado en el tratamiento de la
situación, respecto a la indicación de ingreso del hijo de la interesada en un
dispositivo residencial, pero la asignación de plaza no solo se veía rodeada de
los inconvenientes habituales relacionados con las largas listas de espera, sino
de las dificultades añadidas que planean sobre los aspirantes de esta particular
tipología, cuestionándonos en última instancia qué se hace con estos usuarios.
Esta situación de complejidad procedimental y escasez de plazas se
ha vislumbrado a lo largo de todo el tiempo que hemos tomado en consideración,
y a pesar de que podemos constatar que las plazas se han ido incrementando
progresivamente, muy recientemente nos hemos visto obligados a iniciar un
expediente de queja de oficio a la vista de las informaciones ofrecidas por la
Administración relativa a la falta de plazas vacantes en recursos de atención
residencial para psicodeficientes en todo el territorio de la Comunidad Autónoma,
lo que presupone que muchas personas a las que se les ha reconocido el derecho
de acceso al mismo, llevan años esperando en situaciones difíciles de soportar.
Como hemos señalado la situación no es nueva pues ya en la
queja 99/1657
un grupo de médicos psiquiatras integrantes de la unidad de
hospitalización de psiquiatría del Hospital de San Lázaro, compareció para poner
en nuestro conocimiento una situación que consideraban muy injusta en relación
a un joven que se encontraba ingresado en ese servicio:
“(...) el paciente, de 19
años de edad, padece oligofrenia con trastornos de conducta, y lleva hospitalizado
tres meses y medio. El problema que plantea su alta hospitalaria es que no
hay nadie que pueda hacerse cargo de su situación. Así ni la familia, que no
puede por sí misma, ni tampoco por el medio, asumir su responsabilidad, por los
graves problemas de conducta que plantea el paciente; ni por el SAS, que por la
patología del paciente considera que no les corresponde, que la alternativa para
él era a través de Servicios Sociales; ni por estos últimos, puesto que tras ser
evaluado desde el centro base, propuesto y en lista de espera para un centro de
psicodeficientes gravemente afectados, con el número 30 ó 40, auspiciaban una
demora de 2 a 4 años de espera, e incluso más.