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2) Existe un amplio consenso doctrinal en la necesidad de afrontar una
renovación de la perspectiva clásica de la ciudadanía. Dejando a un
lado los postulados más comunitaristas-nacionalistas, distinguimos
entre aquellas propuestas que definimos como “reformistas” (que
mantienen el Estado-nación como espacio natural de la ciudadanía
y la vinculación entre nacionalidad y ciudadanía plena) y las
“rupturistas” (que apuestan por la superación de uno, o de ambos,
de los principios anteriores). Aunque de la mayoría de las teorías
doctrinales analizadas se pueden obtener elementos válidos para la
consecución de una ciudadanía inclusiva, destacamos especialmente
la 292 que sostiene la llamada “ciudadanía de residencia” con
aportaciones también valiosas de los postulados “cosmopolitas”.
Capítulo 1º, apartado 3º, y Capítulo 5º, apartado 1º.
3) Constatamos la existencia en el Derecho Internacional de un
considerable número de instrumentos normativos que pretenden
dotar de una protección de ámbito regional e incluso universal a
los Derechos Humanos. Sin embargo, igualmente se evidencia que
dichos instrumentos adolecen de una debilidad estructural: la falta
de poder vinculante y coercitivo para garantizar una vigencia efectiva
de los Derechos Humanos y prevenir eficazmente sus vulneraciones.
En aras de superar el “status quo” vigente se propone:
a) Consensuar un “standard mínimo internacional de Derechos
Humanos” que, fundamentado en la dignidad humana, tenga
una vigencia universal cuya obligatoriedad no se pueda soslayar
con la simple no ratificación de un tratado internacional por un
Estado.
b) Avanzar en la democratización de la instituciones internacionales,
con el objetivo de de que la cesión de soberanía de los Estados-
nación que implica un Derecho Internacional realmente
vinculante cuente con la legitimidad imprescindible del respaldo
democrático de la ciudadanía.
c) Creación de unas instancias de Justicia universal que puedan
cumplir adecuadamente su función se reinstaurar la legalidad
CONCLUSIONES.