Página 120 - Informe Anual del Defensor del Pueblo Andaluz 2012 OK

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escolar en España son "preocupantes" habida cuenta de que se trata de un país
"duramente golpeado" por la crisis y donde el paro juvenil superó el 50 % en marzo de 2012.
Es evidente que encontrar soluciones al fenómeno del fracaso escolar es
sumamente difícil y en la que han de intervenir muchos factores. Sin embargo, estamos
plenamente convencidos de que la provisionalidad de nuestro actual sistema educativo
sometido a constantes cambios fruto de la alternancia política no contribuye a acabar con
esta lacra ni tampoco ayuda al regreso de quienes se quedaron en el camino y no
culminaron su formación.
Por todos estos razonamientos, nuevamente aprovechamos esta Memoria anual
para reclamar de las fuerzas políticas que lideren un acuerdo o pacto sobre la Educación
que otorgue garantías de estabilidad a nuestro actual sistema educativo. Dicho acuerdo
deberá ser el instrumento básico para que los principios generales del sistema puedan
llegar a completarse, ser evaluados y, a tal efecto, determinar las cuestiones que han de ser
mejoradas y adaptarse a los retos de cada época y momento.
De la necesaria evolución hacia un ocio más respetuoso con el medio ambiente y con
los derechos de las demás personas.
Por razones que podríamos entroncar con la idiosincrasia, las tradiciones, el
clima, la historia o la cultura de nuestro pueblo, lo cierto es que existe de antiguo una
especial ligazón entre nuestro concepto de ocio y el uso convivencial de la calle o de los
espacios abiertos en las zonas urbanas. No es, por tanto, nada nuevo que la población
andaluza utilice la calle como espacio predilecto para divertirse o para relacionarse.
De hecho, nuestra forma de divertirnos, alegre y ruidosa, tan distinta a la
imperante en otros países de nuestro entorno, ha sido uno de nuestros principales atractivos
turísticos desde hace años. Por ello, no resulta extraño que muchos de nuestros visitantes
hayan venido resaltando como defecto -o como virtud- nuestro apego por el ocio en la calle
y nuestra tolerancia con unas prácticas y unos hábitos que inevitablemente causan
molestias a quienes buscan el descanso y la tranquilidad, y que en su países de origen
están fuertemente restringidas por normas y pautas sociales.
Pero esta forma nuestra de entender el ocio, que tradicionalmente había sido
objeto de común aceptación dentro de las pautas que definían el comportamiento social, ha
ido evolucionando hasta convertirse en una creciente fuente de problemas y en causa de
encendidos conflictos sociales.
En efecto, con el correr de los años hemos asistido a una evolución
desafortunada en las formas de entender y practicar el ocio por cuanto se han ido perdiendo
determinados hábitos y pautas de comportamiento que, en aras de una forma de entender
el civismo, limitaban o minimizaban las molestias que inevitablemente se derivaban de
nuestra forma extrovertida de entender la diversión.
Este creciente olvido de algunas de las reglas básicas del comportamiento cívico
fue propiciando que las prácticas de ocio derivasen en comportamientos abusivos y
difícilmente compatibles con los principios que rigen la convivencia social, lo que, a su vez,
provocó la aparición de situaciones cada vez más frecuentes de conflictividad y
enfrentamiento social entre quienes defendían las nuevas formas de ocio, como